lunes, 6 de diciembre de 2010

SINCERIDAD

Hay veces que se tienen discusiones que no se saben por qué son. Piensas que son movidas por la envidia, o por los remordimientos, no lo sé.

Es lo que me ha pasado hoy. Estaba siesteando tan tranquilo en mi sillón y de repente uno de mis hermanos con los que estaba compartiendo el día le suelta a la Parra: "es que eso es una teoría rara de mi hermano. Pero ya ha claudicado. Como otras. Como todas". Y yo, el interfecto, me he quedado u poco de piedra. Estaba siesteando oiga. Eso no va conmigo. A mí no me líe (he pensado). Pero él ha seguido.

Y ya se ha ido y la sangre no ha llegado al río. Pero me he quedado con las ganas de saber por qué ha tenido esa reacción tan virulenta. Sobre todo, porque debe ser por alguna idea mía o escrito que en algún momento le ha debido doler y se ha quedado pudriéndose ahí dentro.

Eso es lo que nos evita la sinceridad. La sinceridad nos hace nobles y nos quita malos rollos. Que te duele algo de tu hermano, de tu mujer, pues lo hablas a la cara y te olvidas.

Es mejor. Es mas noble. Y sobre todo, si el que ha realizado o dicho algo malo, puede rectificar. O pedir perdón.

Hasta otra. Ciao.

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