miércoles, 8 de diciembre de 2010

DESPEDIDAS

En este puente, he tenido la experiencia de ver a mi madre llorando, y a dos de mis hijos también, porque se estaban despidiendo, ya que nos íbamos de la ciudad en la que reside mi madre y habíamos ido a hacerle una visita. Todo muy emocionante y muy lacrimógeno.

Las despedidas miden en los peques lo bien o mal que se lo han pasado con la persona a la que despiden. También mide la generosidad de los mismos.

Cuando son muy pequeños, no tienen noción exacta de las despedidas y por lo tanto no se enteran. Cuando llegan a los tres años, son muy conscientes de lo que supone una despedida y entonces lloran mucho o poco en función de lo que les importa. Y conforme van llegando a la pubertad, a la adolescencia, las despedidas les importa un carajo, ya que el individualismo va creciendo en ellos, y por lo tanto los niños, todo lo que pase de su ombligo, deja de tener importancia.

Pero en la edad de los tres, cuatro, cinco, seis, siete años, es una gozada ver cómo se despiden de los abuelos, de los yayos, de los tíos y de los primos, porque aparentan un cariño que es correspondido.

Porque claro, con los niños el problema es conseguir que exterioricen el cariños a  aquellos que han realizado un esfuerzo: por ejemplo que los abuelos han recorrido muchos kmts para verlos. Y hay que enseñárselo para que lo valoren.

Y hay que explicarles, en caso de tener los familiares lejos, que no volverán a verlos en tiempo, para que aprendan a disfrutar los momentos.

Y por hoy ya está bien, que menudo rollo. Hasta otro día. Ciao.

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